Como una mesa con tres patas menos
No es la imagen más poética o delicada del mundo, pero realmente no tengo ganas de serlo. Tampoco tengo la habilidad en este momento (suponiendo que alguna vez la haya tenido). Además, se ajusta bastante a como se sienten las cosas desde que el tío Julio murió el sábado y mi abuela pasó a ser la última de los cuatro grandes de la familia. De los cuatro patriarcas del clan ya sólo queda la matriarca. Va a llevar algo de tiempo acostumbrarse, especialmente porque su último aspecto chocó drásticamente con las imágenes archivadas en su memoria y la nuestra. Demasiado impacto visual. Pero pasará, como todo. Sólo espero que el peso emocional no sea demasiado para la pata que queda. Y basta. Ni siquiera quiero escribir esto, pero de alguna forma tiene que salir.