¿La Caro hablaba Quechua?

Han ido pasando las semanas y las palabras del profe Alipio suenan cada vez menos a un trabalenguas indescifrable y cada vez más a un discurso con sentido. Que algunas veces lo hagamos repetir hasta tres veces lo que dijo no tiene nada que ver… Ya se tendrá que acostumbrar el oído (¿y supuestamente es el Español de Chile el que tiene acento de metralleta?) Pero lo cierto es que se le entiende; nada más que le gusta hablar a velocidad normal (o sea rápido para un idioma que se está recién aprendiendo) y ver la reacción en nuestras caras; cada vez menos espantadas, por cierto.

Y hoy, entre tanta palabra, posesivo y complementos directo e indirecto, descubrí que tal vez no soy la primera de la familia que entra en contacto con el Quechua. Las palabras para designar a la familia de la misma generación escondían una sorpresa. Luego de discriminar entre el vocabulario de uso masculino y el de uso femenino, la palabra ñaña (hermana) apareció en las filas del segundo, llevándome por lo menos unos ocho años atrás, cuando mi rulienta hacía notorios esfuerzos por pronunciar mi nombre. Así, mi identidad pasó por varias etapas. Primero fui Ñañe, de ahí pasee a Yaye, luego a Kayen y finalmente, después de un largo trayecto, finalmente llegó el Kareen.

Ñañe, ñaña... Hay que ver... Parece que la Caro estuvo bien desde el principio.

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