BICtoria

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¿Qué puedo decir que no diga ya la imagen? Ya han pasado cinco días del solo un poco esperado plebiscito del 25 de octubre y la verdad es que la euforia aún se siente en el aire. Y es que si bien la victoria del Apruebo se veía venir por la gran mayoría, independientemente de su orientación política, creo nadie, ni en sus fantasías más locas, se había esperado que el Rechazo fuera tan aplastado  como lo fue: 78,27 % contra 21,73 %. Con una guinda de torta de 78,99 % de Convención Constitucional; todo esto en plena pandemia de COVID-19. ¿Cómo no va a sentirse lindo?

O sea, si esto no terminó de demostrarle a la clase política nacional que a los chilenos sí nos interesa el futuro y gestión de nuestro país, y que básicamente nuestro problema no es con la política, sino con ellos, francamente no sé que pueda curarlos de su ceguera crónica autoimpuesta. Y es que desde bien temprano se vio a la gente desfilando hacia sus respectivos locales de votación, con sus mascarillas bien puestas, y preparada para pasar por todas las filas y protocolos de seguridad necesarios. Todo esto no en una, dos o tres regiones, sino a lo largo de todo el país y además en el extranjero. ¿Cómo no va a ser hermoso ver y ser parte de un proceso de votación en que se nota que toda la gente va a manifestar su opción con convicción?


Sí, con mi mamá y hermana atravesamos Santiago para llegar a nuestros locales de votación. Sí, una vez más, me cambiaron de colegio. Sí, me tocó una fila gigante de tres cuadras o más que daba vuelta la manzana. Sí, fui la primera de las mujeres de mi familia en llegar a su local y la última en salir de él. Y sí, casi veo como una señora se agarra con uno de los encargados de Servel porque estaban llamando a gente de mesas específicas, más vacías que el resto, para que la fila general avanzara más rápido. Todo eso es cierto, pero también vi mucha buena voluntad y humor mientras estaba en la fila: fuera del último incidente mencionado, la verdad es los llamados a una mesa específica y los "¡Yo, yo! ¡Aquí!" que seguían eran acompañados por risas cómplices a lo largo de la fila. Me quedo con eso, con la simpatía y eficiencia de mis vocales, y con el tradicional almuerzo familiar posvotación en casa de mis abuelos (luego del cambio de ropa y protocolo de desinfección correspondiente).

Tengo una sola queja y no tiene nada que ver con el plebiscito propiamente tal, sino con la forma de transmitir los resultados de las mesas por parte de la televisión nacional, o más específicamente con la falta de coordinación entre los distintos canales para representar la información a través de colores. Que un canal use azul y rojo, y un segundo azul y blanco para representar a las opciones contrarias, es algo que puedo aceptar; pero que luego un tercer canal use ese mismo azul y rojo con funciones contrarias a las del primero... Sí, tengo claro que es manía mía, pero pucha que me dio susto la variación porcentajes en las mesas de un canal a otro antes de darme cuenta de la inversión de significado asociada. Esta gente que no sabe nada de códigos de comunicación visual...

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