Aperrada (aún más) por accidente


Hace exactamente una semana, volvía del trabajo a mi casa, y ya iba llegando, cuando en el quiosco de la esquina me encontré con algo que no me esperaba: una bola de pelos café asustada, enana y bien cochina. Y miren que tengo poodles y amigos con salchichas y chihuahuas; si digo que un perro es enano, es porque es bien chico el espécimen.

Y resultó ser niña la bolita de pelos; una niña bien flacucha, con una cara de pena y cansancio que no se la podía y que para más remate estaba amarrada al quiosco (con agua y comida eso sí; los cuidadores de autos y el quiosquero la quisieron salvar de los autos; claro que no pensaron en los perros tamaño caballo que andan de noche por esa calle). Y yo creo que ahí fue donde caí; si me hubiera acercado o no sin cordel de por medio, queda a discusión, pero que funcionó como imán, funcionó. Me senté al lado (gran error) y la peluda (era mucho más pelo que carne) se me acercó con cautela primero y para cuando me quise dar cuenta ya me había agarrado de cojín y luego de cama. Soné (por no poner otra cosa).

Cuento corto, el angelito de no más de dos años estuvo de visita hasta el domingo con mi familia. No molestó nada. No sé si la intimidaron las tres reinas de la casa (la Perla sobretodo es cosa seria) o si desde el principio se dio cuenta de que una cuarta perra nunca había estado en los planes para empezar, pero el caso es que se portó linda, humilde (quitando la parte en que le dio por subirse a las camas) y en todos esos días apenas si la debo haber escuchado ladrar unas tres veces, si es que. Aun así, para el sábado en la noche y todavía sin dueños encontrados ni familia nueva, la cosa se puso algo tensa, por decirlo de alguna forma.

Por fortuna, redes sociales y ayuda de vecinos mediante, el domingo apareció un hogar provisorio para la señorita. Ahora, un hogar provisorio que tiene toda la pinta de que ya pasó a permanente. Le tenían correa, cama y hasta niña de 6-7 años propia. Incluso le pusieron nombre (cosa que nadie en la casa hizo) y, al menos en mi experiencia personal, un humano no nombra a ser vivo a menos que sea para crear y reclamar una relación de pertenencia. Y seamos realistas, con todo lo que la paseamos por si ella misma daba con su casa o alguien la reconocía, con toda la difusión por redes sociales y conociendo el instinto en este barrio de pegar carteles a diestra y siniestra a los cinco minutos de que se pierde una mascota, esta niña o se escapó de muy, muy lejos para un perro o (y es lo más probable) simplemente la abandonaron. Anda a saber cuánto anduvo por la calle para quedar tan endeble y cochina, además de agarrar la costumbre de esconder comida (todavía no entiendo cómo se las arregló para guardar jamón debajo de mi almohada).

Sea como sea, lo bueno es que Mafi (de Mafalda) quedó muy bien instalada. Y hasta parece que las perras de acá ya me quieren de vuelta, ¡fíjense! 

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