El traductor como llave cultural


¿Cómo exactamente llegué a la traducción? La verdad es que es difícil apuntar a un solo momento decisivo o de revelación vocacional; más bien fueron una serie de experiencias aisladas en distintas etapas de mi vida que al comienzo de mi veintitantos finalmente convergieron en una dirección coherente. Visto así, más que el cómo, la verdadera interrogante pasa a ser el porqué. Y creo que para esa sí tengo una respuesta más o menos definida. Aunque puede que sea necesaria una vuelta o dos para ilustrarla.

Quien me conozca sabe que tengo mal de ratón de biblioteca y que no soy mucho más normal con los cómics, las series o las películas. Y ese es un amor que partió desde bien chica. El caso es que aún recuerdo el instante, entre los cinco y siete años, en que mi tío me preguntó, así como quien no quiere la cosa y con una total cara de inocencia, si no encontraba raro que en las películas Disney o series como Snoopy se hablara en español si venían de Estados Unidos. ¡Y claro que era raro! Pero así y todo fue la primera vez que atiné a ser consciente de esa rareza. ¿Cómo era que realidades tan evidentemente ajenas a mí se me habían hecho tan cercanas y naturales a nivel de idioma? El doblaje ya era magia, ¿pero y esto? Por primera vez me di cuenta de que tenía que haber alguien capaz de transformar un idioma en otro de manera que si llegaba a haber algo "raro" fuera lo que veía en pantalla y no lo que escuchaba. Había visto por primera vez a los traductores.

Ya luego de toda esa palabrería y viaje por el recuerdo, vamos al grano. En palabras simples, la traducción nos pone al alcance de la mano aquellos mundos y conocimientos que de otra forma hubieran estado vedados por la lengua. Y como persona adicta a lo impreso y lo audiovisual, me es imposible no darme cuenta de la gran pérdida que eso hubiera sido. ¿Cuántos cuentos e historias jamás hubieran salido de sus nichos culturales y lingüísticos de no ser por la traducción? ¿Cuántos pensadores, teóricas y teóricos hubieran visto limitado el alcance de su voz? ¿Cuántas realidades hubieran permanecido completamente ignorantes las unas de las otras? Y es que yo adhiero a la filosofía de Khaled Hosseini expresada en And the Mountains Echoed (Y las Montañas Hablaron): «if culture [is] a house, then language [is] the key to the front door, to all the rooms inside» (si la cultura es una casa, entonces la lengua es la llave de su puerta de entrada y de todas las demás). Decidir cruzar esa puerta de entrada es un tema de interés, y necesidad personal o laboral de cada uno, pero si puedo ayudar a que cruzarla sea una opción real, entonces quiero estar ahí, y además entregar la mejor llave que me sea posible. Por supuesto no todos irán detrás de la literatura, la cultura y el placer, pero me comprometo (con mi grupo de colegas nos comprometemos) a que cualquier posible quebradero de cabeza con un texto no sea precisamente por el idioma. La llave va a estar ahí.

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Así concluye, al menos por esta entrada, mi reflexión en torno al mundo de la traducción y mi relación con él. Pero si alguien quedó con ganas de más información sobre esta área de trabajo o de testimonios de traductores reales, lo invito a pasarse por el sitio web de Simple Words y muy especialmente por su blog. Ahí podrá aprender más de un excelente grupo de traductores y de paso, puede que también volver a toparse con mi contribución.

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