Casi como San Pedro


Es una exageración, eso lo tengo completamente claro, pero después de sólo dos llaves, tener ocho se siente un poco como eso. ¿Qué esperaban? ¿Y nadie le puso atención al "casi"? Estos lectores de hoy...

¿Qué quieren que diga? Me gustan mis llaves. Porque son las llaves de la casa nueva y la antigua, porque son mías, porque tienen mis colores y porque abren todas las puertas que de verdad me interesa abrir (cualquier otra es capricho o necesidad momentánea). Y también porque me costó mucho conseguirlas.

Las primeras dos fueron el fruto de arduas negociaciones con mi querida y muy sobre protectora abuela, que no quería saber nada de la idea de tenerme sola en la casa mientras el resto de la familia estaba fuera trabajando. Con el colegio prácticamente en frente del domicilio familiar y la mala costumbre de mis parientes de retirarme bastante más tarde de la hora de salida (¡casi dos horas de retraso a veces!) ya se imaginaran como me lo tome. Ahí me veo, solita en el patio, sentada al lado de mi árbol regalón, con mi mochila y bolso del termo y una cara de aburrida y taimada a más no poder. Por suerte para mí, esa "humillación de humillaciones" terminó a los 11.

Las segundas las tengo desde el martes pasado, pero pasó más de un mes de cambio de casa para tenerlas en mi poder. Nada de sobre protección esta vez; simple falta de tiempo y lugares para sacar copias. Así que básicamente tuve a mi madre sin llaves durante casi un mes y a Carlos riéndose de mis "¿Dónde se puede sacar copias por aquí?", "¡Ya! ¡Hoy se las saco sí o sí!", "¡Quiero mis llaves, quiero mis llaves, quiero mis llaves!" por casi el mismo lapso de tiempo. Hasta que en una visita a la casa antigua me fui al kiosko/taller de copiado que está cruzando la avenida y saque las copias yo misma. Me gustó mirar como las hacía el caballero. ¡Obvio! Me encanta ver cuando la gente hace trabajos manuales; son un tipo de magia tan simple y cotidiana que la gente tiende a olvidar su valor. Además, eran mis llaves y, esta vez, las mandé a hacer yo.

Mmm... ¿Será que de guagua nunca tuve las clásicas llaves de plástico de colores? ¿O tal vez las veo a las llaves como parte de un rito de transición? ¡Ni idea! Pero como dato curioso, hace rato que le devolví a mi mamá las suyas y todavía le tengo que estar recordando cual es la que abre tal y tal puerta. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Blanca Nieves... ¿Tres más?

Mi nombre es Hor

¡Cáspitas, rayos y centellas!