Drácula y yo
Drácula es un personaje tan presente en la cultura popular que me es prácticamente imposible decir cuándo o cuál fue mi primer encuentro con él. Entre diversas apariciones, menciones o referencias en películas, series, caricaturas o libros destinados a un amplio abanico de edades y gustos, narradas en cuanto tono a una se le ocurra, mi madeja de imágenes y recuerdos no podría estar más enredada. Solo queda reconocer que es uno de esos casos de osmosis cultural. Y honestamente, ¿el no saber cómo algo pasa no le da una cierta aura de misterio y misticismo extra? No es que un vampiro lo necesite, ¿pero no es acaso algo muy acorde con la presencia del conde? Y lo cierto es que llegara como llegara a mí, lo importante es que lo hizo, y junto con él todo un mundo de fascinación por los vampiros. Siendo así, una entrada dedicada a él cuando Halloween empieza a aparecer en el horizonte es más que menester. Hora de desempolvar mi cómic de la versión cinematográfica de Coppola y mi querida edición en inglés.
Podría irme en una profunda volada mística y decir que la llegada del cómic a mí fue obra del destino, pero la verdad es que, en buen chileno, no fue otra cosa que un gran rajazo. ¿De qué otra forma se puede definir encontrarse con esto en una isla de supermercado? Sí, una isla; ni siquiera una góndola; una isla; de esas destinadas a los productos que van quedando y que por lo tanto, están en oferta. Obvio que mi yo preadolescente (o adolescente; no recuerdo mi edad exacta) no lo pensó mucho. Y si tengo que ser honesta, la versión actual lo hubiera pensado todavía menos, así que muy bien Kareen del pasado; tus instintos estaban en el lugar correcto. ¿Y es que cómo no dejarse seducir visualmente por algo como esto?
No soy artista, dibujante ni diseñadora gráfica, así que mis disculpas a todas esas profesiones por la siguiente pregunta, pero tengo que hacerla: ¿cómo imágenes casi sin ningún fondo, con colores tan simples y saturados logran esto? Es algo que es un verdadero misterio para mí, pero de que funciona, funciona. No solo se siente la vida (o ausencia de ella) de los personajes, también su estado mental y los distintos niveles de tensión del momento. Y si bien varias de las viñetas son obras de arte en sí mismas, no es un efecto que se pueda adscribir a una sola en concreto; es la interacción entre todas, y con el diálogo cuando corresponde, lo que finalmente logra que esto cuaje en producto narrativo coherente y cohesivo. Sí, es la adaptación de una película que es a la vez una interpretación de una novela, pero una que supo descubrir sus propio lenguaje y transmitirlo efectivamente mediante las herramientas de su respectivo medio.
En cuanto a mi copia en inglés, es de Dover Publications y la compré ya bien adulta, muchísimos años después de por fin haber leído la novela propiamente tal en español (estoy rogando que esa edición esté en algún lugar de la casa de mis abuelos y no haya sido uno de los tantos sacrificios de mudanza). Fue fruto de una de mis tantas cacerías literarias en la Librería Inglesa que está dentro de la galería de Huérfanos 669. Como la mayoría de mis libros en inglés, es un ejemplar de tapa blanda, impreso en papel reciclado, sin mayores pretensiones, pero con 327 páginas de muy bien cuidada edición, además de tener la ventaja adicional de ser una republicación sin alteraciones de la edición publicada originalmente en 1897 por Constable & Co.
Era un hecho que la graduada de Letras Inglesas que vive en mí no lo iba a dejar escapar. Y es que si bien disfruté mucho la novela cuando la leí en español (muy buen equipo de traducción y edición), el inglés tan genuinamente victoriano de esta copia simplemente me mata. No hace mucho que volví a leerlo y tengo que decir que, a pesar de ya conocer la historia de memoria, el tono de los distintos tipos de "recuento" que lo componen y de la atmósfera no deja de atraparme con la misma fuerza que la primera vez, si es que no más. Y es que eso pasa con las buenas lecturas: no importa cuantas veces se vuelva a ellas, siempre te entregan algo a cambio.
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